
Las hogueras, y también las columnas de humo, fueron unos importantes canales de comunicación entre los navegantes y los habitantes de las zonas costeras. Desde una atalaya o un punto elevado del terreno situado en las inmediaciones del litoral, podían apostarse una serie de vigilantes, o talaieros, que constituían un sistema preventivo para alertar a las poblaciones cercanas de la inminencia de un peligro que llegase por mar mediante una serie de avisos: fumaradas si era de día y fuego por la noche. De igual manera, también era un método eficaz para advertir a las flotas pesqueras de la existencia de grandes cetáceos, u otras especies marinas, en las proximidades de la costa y poder proceder a su captura.
Desde la Antigüedad se ha documentado el uso de fuegos y hogueras para indicar a los navegantes la situación de determinados enclaves terrestres. Esta situación se ha mantenido hasta finales de la Edad Media y principios de la Moderna en que se han sustituido por los Faros y Balizas. Estas hogueras solían encenderse con carácter esporádico como recurso de ayuda a los pescadores y marineros en caso de retrasarse algún barco en su arribada al puerto al caer la noche, como ayuda en caso de inclemencias meteorológicas adversas o como actividad protectora que señalizaba parajes peligrosos.
En Asturias existen referencias de hogueras en diferentes puntos del litoral. Belén Menéndez Solar en su libro «Faros del litoral asturiano» señala como los antecedentes históricos del faro de Lastres se remontan a siglos pasados cuando “los marineros de la zona encendían fogatas orientativas en lo alto del Prau El Pico, donde se instaló el nuevo faro. Para esta finalidad se utilizaba un grupo de piedras en forma esférica como referencia para encender las hogueras, tan valiosas para los hombres de la mar”. También Miguel Ángel Sánchez Terry en «Faros españoles del océano», al comentar la historia del faro de Luarca, sostiene que “para facilitar la arribada de los pescadores y como puesto de señales y vigía fue construida, muchos siglos atrás, una torre precursora del faro actual, en el que se encendía una hoguera cuya evolución histórica está hermanada con la pequeña iglesia edificada en sus inmediaciones”. Los gastos originados por esa luz eran costeados por el Gremio de Mareantes y Navegantes de Luarca que “con sus rentas se encendía una luz que guiaba a los mareantes en las noches tormentosas y la fumada que avisaba la presencia de ballenas o de las naves enemigas en la costa”. Por otra parte, antes de que existiera el faro de Cudillero, el Gremio de Mareantes encendía “una fogata en el punto denominado La Garita que, en temporales recios hacía las veces de faro, salvando muchas veces los barcos y las vidas de los pescadores”.
En Candás también se encendieron hogueras para ayudar a los marineros a entrar en el puerto en condiciones de seguridad. Armando Rodríguez y Manuel Ramón Rodríguez reflejan en su libro «Puerto de Candás. Proyectos , reformas y ampliación (siglos XVI-XXI)» como a mediados del siglo XVIII, entre los gastos que realizaba la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, vinculada al Gremio de Mareantes de Candás, figuraba una cantidad destinada a pagar al talaiero, o encargado de encender el fuego que guiaba la vuelta a casa de los pescadores locales como se realizó en los años 1737, 1738 y 1739 al que lo realizaba “en la Baca”, o en 1740 al que lo encendía “en la atalaya”.