El encendido de hogueras en la Atalaya se desarrolló desde principios del siglo XIX hasta las últimas décadas de la centuria. Era un eficaz sistema de señalización marítima que no solamente orientaba a los pescadores, sino que, además les proporcionaba información acerca del estado de la mar y lo peligrosa que podía ser la maniobra de entrada a puerto. De esta forma, el atalayero encendía una hoguera cuando la entrada a la dársena era franca, dos hogueras en caso de mal tiempo y la necesidad establecer muchas precauciones y, finalmente, tres fuegos encendidos suponían que no se podía entrar o era una maniobra extremadamente peligrosa.

La persona encargada de encender los fuegos vivía en una conocida casería cercana a la capilla de San Roque, al pie del camino real por el que se accedía entonces a Candás y desde la que se disponía de una vista que cubría tanto la villa como el puerto de Candás y un sector comprendido entre la punta de La Vaca de Luanco y el cabo Torres.

El acta de la sesión ordinaria de 22 de enero de 1890 de la Sociedad de Mareantes de Nuestra Señora del Rosario recoge como una comisión de pescadores pidió en dicha reunión “que se instalase el fuego de costumbre en la Atalaya para señal de las embarcaciones”. La cuestión se consideraba urgente por lo que “previo ajuste con Don Francisco Muñiz (a) Fuxa, presente a este acto por citación al objeto, fue contratado aquel por la cantidad de 100 pesetas, bajo la condición de hacer el inceso [encendido] todas las noches que las embarcaciones se encuentren en el mar y de conservarle hasta la entrada de la última durante el plazo de tiempo que medie entre el día de hoy y el último de febrero próximo”.

El apodo del atalayero encargado de encender las hogueras, y su popularidad, hizo que desde inicios del siglo XX se hizo popular en Candás la siguiente canción:

 

Fuxa del monte

enciende la hoguera

que vienen los barcos

pol muelle pa fuera